Tras 525,948,766 horas de reflexión Parmenio llegó a la conclusión
más evidente, de hecho la única posible. El viaje interior que con decisión
había emprendido hacia sus 30 años llegaba a su fin y parecía haberle enseñado la gran respuesta
a la pregunta primigenia. Fueron unos duros y largos 60 años, 60 años exactos
encerrado en las profundidades de si mismo, sin más alimento que su propio cuerpo,
sin más luz que la visualización misma de la luz que aún atesoraba celosamente
su cerebro, sin más distracciones que los laberintos mentales que le ofrecían
soluciones engañosas a la pregunta, pero su determinación era fuerte, así como grande
era su fe, por lo cual a pesar de la dificultades nunca llegó realmente a
perderse.
60 veces vigiló el sol el paso de su tercer planeta por el
mismo lugar, ese lapso dentro de la continuidad tiempo/espacio fue lo que le
tomó a Parmenio adivinar la cuestión original, el fin último, la esencia misma
de las cosas.
Nadie esperaba que algún día saliera de su coma profundo,
las terribles heridas que él se había auto inducido hace ya largos 720 meses no
le permitían a alguien en el hospital
suponer que el tristemente célebre caso del “Santurrón Loco” podía por
fin, acercarse a tener sentido y que los hijos y en algunos casos nietos de las
victimas podrían llegar a alcanzar paz alguna y conjurar un poco la ira, el
dolor y la desesperanza acumuladas durante tanto tiempo, todo en espera de
alguna palabra de Parmenio que les permitiera intentar comprender cuando menos el
porque de la brutalidad con la que sus parientes fueron sacrificados y la razón
tras la aparente carencia de sentido de las indecibles escenas.
“0”… esa hubiera sido la única palabra que hubieran
escuchado repetir una y otra vez a Parmenio ,“0” era la única respuesta en
nuestro idioma a la pregunta de las preguntas, “0” repetía Parmenio inútilmente
para sus adentros, horrorizado ante la imposibilidad de comunicar el gran
hallazgo. Su mente podía haber recuperado contacto con la realidad, pero no era
este el caso de su cuerpo, que ya anciano y terriblemente deformado, era incapaz
de emitir señal alguna que le conectara con el mundo exterior.
Parmenio, inmóvil y desesperado sobrevivió unos cuantos años
más, prisionero de su cuerpo y atado a un respirador artificial. Una buena
mañana supo que muy pronto todo terminaría pues su momento había llegado. Fue
tanto el sufrimiento padecido durante esta última etapa de su vida, que llegado el momento
de partir e inmerso en uno de los escasos momentos de sosiego que alguna vez había experimentado, notó con tristeza algo que quien sabe ya hace cuanto tiempo no había
advertido, notó que en algún momento había olvidado cual era exactamente la pregunta que una vez había formulado.