sábado, 8 de septiembre de 2012

Endógeno






Tras 525,948,766 horas de reflexión Parmenio llegó a la conclusión más evidente, de hecho la única posible. El viaje interior que con decisión había emprendido hacia sus 30 años llegaba a su fin  y parecía haberle enseñado la gran respuesta a la pregunta primigenia. Fueron unos duros y largos 60 años, 60 años exactos encerrado en las profundidades de si mismo, sin más alimento que su propio cuerpo, sin más luz que la visualización misma de la luz que aún atesoraba celosamente su cerebro, sin más distracciones que los laberintos mentales que le ofrecían soluciones engañosas a la pregunta, pero su determinación era fuerte, así como grande era su fe, por lo cual a pesar de la dificultades nunca llegó realmente a perderse.

60 veces vigiló el sol el paso de su tercer planeta por el mismo lugar, ese lapso dentro de la continuidad tiempo/espacio fue lo que le tomó a Parmenio adivinar la cuestión original, el fin último, la esencia misma de las cosas.

Nadie esperaba que algún día saliera de su coma profundo, las terribles heridas que él se había auto inducido hace ya largos 720 meses no le permitían a alguien en el hospital  suponer que el tristemente célebre caso del “Santurrón Loco” podía por fin, acercarse a tener sentido y que los hijos y en algunos casos nietos de las victimas podrían llegar a alcanzar paz alguna y conjurar un poco la ira, el dolor y la desesperanza acumuladas durante tanto tiempo, todo en espera de alguna palabra de Parmenio que les permitiera intentar comprender cuando menos el porque de la brutalidad con la que sus parientes fueron sacrificados y la razón tras la aparente carencia de sentido de las indecibles escenas.

0”… esa hubiera sido la única palabra que hubieran escuchado repetir una y otra vez a Parmenio ,“0” era la única respuesta en nuestro idioma a la pregunta de las preguntas, “0” repetía Parmenio inútilmente para sus adentros, horrorizado ante la imposibilidad de comunicar el gran hallazgo. Su mente podía haber recuperado contacto con la realidad, pero no era este el caso de su cuerpo, que ya anciano y terriblemente deformado, era incapaz de emitir señal alguna que le conectara con el mundo exterior.

Parmenio, inmóvil y desesperado sobrevivió unos cuantos años más, prisionero de su cuerpo y atado a un respirador artificial. Una buena mañana supo que muy pronto todo terminaría pues su momento había llegado. Fue tanto el sufrimiento padecido durante esta última etapa de su vida, que llegado el momento de partir e inmerso en uno de los escasos momentos de sosiego que alguna vez había experimentado, notó con tristeza algo que quien sabe ya hace cuanto tiempo no había advertido, notó que en algún momento había olvidado cual era exactamente la pregunta que una vez había formulado.