- ¡Buen día doctor Carlos! Con José…
- ¡Hola Joselito! ¿Cómo estás?
- ¡Bien, pero un poco demorado doctor, ¡para eso lo llamaba! Me cogió un poco la tarde, pero ya estoy a cinco minuticos…
- Dale perfecto, nos vemos por acá, ¡un abrazo!
José Rodríguez no se encontraba a 5 minutos del consultorio odontológico al que asistiría para cumplir su cita, a decir verdad, 15 minutos más fue lo que le tomó llegar al vetusto edificio de ladrillo rojo ubicado en Chapinero, tomar el ascensor, presionar el botón que lo llevaría al séptimo piso, entrar y ubicarse apresuradamente en una silla de la sala de estar, como si con ello consiguiera engañar a alguien y aparentar que llevaba allí un largo tiempo de espera.
“Sigue Joselito, es tu turno” emitió el altoparlante al rato con una notable distorsión robótica, producida muy probablemente por los años en servicio del equipo.
Luego de una breve e intrascendente charla, José se reclinó
en la silla y Carlos se dispuso a iniciar su trabajo. Pasada una media hora el
teléfono ubicado en el escritorio del consultorio repicó, Carlos estiró
acrobáticamente uno de sus brazos para alcanzar el botón de altoparlante y atendió la llamada mecánicamente:
- ¡Buen día doctor Carlos! Con José…
- ¡Buen día doctor Carlos! Con José…
- ¡Hola Joselito! ¿Cómo estás?
- ¡Bien, pero un poco demorado doctor, ¡para eso lo llamaba! Me cogió un poco la tarde, pero ya estoy a cinco minuticos…
- Dale perfecto, nos vemos por acá, ¡un abrazo!
A pesar de encontrarse ligeramente sedado e imbuido en sus pensamientos, José no pudo evitar notar la extraña casualidad de que un sujeto llamado igual a él, con una voz muy similar, llamara a su odontólogo y sostuvieran una conversación calcada exactamente de la que él mismo había tenido hace apenas escasos minutos.
“¡Esperen, no cuelguen!” increpó José desde la silla apenas como pudo, debido a la incomodidad para hablar producida por los instrumentos odontológicos incrustados en su boca…
- ¿Me escucha? ¿Us… us… usted también se llama José? Mucho gusto, yo me llamo José Rodríguez…
“Eso no es ninguna sorpresa para mi, yo también me llamo José Rodríguez” exclamó enigmáticamente la voz al otro lado de la línea.
Carlos, el odontólogo, apenas reaccionó y pareció caer en
cuenta de lo irreal de la conversación que en ese mismo instante se estaba
llevando a cabo en su consultorio.
“Sus voces son iguales” pensó, “con la diferencia de que el
hombre del teléfono pareciera estar acostumbrándose a hablar con la prótesis de
una pieza frontal recién instalada”
“¿Por qué me dice que no es ninguna sorpresa?” exclamó José con voz temblorosa.
- Por que usted será yo y yo fui usted…
José entró en pánico, sus fuertes convicciones religiosas, nunca le habían permitido siquiera soñar con posibilidades diferentes a las que siempre había dado por sentadas. ¿Era el un “hombre duplicado” acaso? ¿Estaba realmente hablando con una replica de él mismo del futuro? ¿Son posibles los viajes en el tiempo? y ¿Qué hay del paraíso justamente merecido por cada quien y la singularidad del ser, si él mismo y en ese preciso momento se encontraba hablando con su gemelo idéntico?
“¿Por qué me dice que no es ninguna sorpresa?” exclamó José con voz temblorosa.
- Por que usted será yo y yo fui usted…
José entró en pánico, sus fuertes convicciones religiosas, nunca le habían permitido siquiera soñar con posibilidades diferentes a las que siempre había dado por sentadas. ¿Era el un “hombre duplicado” acaso? ¿Estaba realmente hablando con una replica de él mismo del futuro? ¿Son posibles los viajes en el tiempo? y ¿Qué hay del paraíso justamente merecido por cada quien y la singularidad del ser, si él mismo y en ese preciso momento se encontraba hablando con su gemelo idéntico?
Para añadir dramatismo a la situación, José Rodríguez, el
misterioso hombre al final del otro extremo de la línea, soltó una
risotada escandalosa, contuvo por unos momentos su respiración y continuó:
- ¡Hermano! ¿Es que usted no lee las noticias? ¡José Rodríguez es el nombre más popular de la ciudad más poblada del país y simplemente compartimos un odontólogo de los muchos que hay en la zona posiblemente más llena de odontólogos del mundo!
- ¡Hermano! ¿Es que usted no lee las noticias? ¡José Rodríguez es el nombre más popular de la ciudad más poblada del país y simplemente compartimos un odontólogo de los muchos que hay en la zona posiblemente más llena de odontólogos del mundo!
¡Jajaja! no les sigo haciendo perder más el tiempo… ¡Jaja! Chao José, “mi yo fotocopiado”… Chao doctor Carlos, ¡nos vemos al rato!…
José y su odontólogo se miraron aliviados, sonrieron y muy seguramente se sintieron algo tontos por haber caído en semejante patraña, sin embargo, ese leve movimiento de la sonrisa en una boca llena de instrumentos puntudos y afilados se amplifica y fue suficiente para que junto con un torpe y desprevenido movimiento de Carlos, la fresa perforara uno de los dientes de José, arruinándolo irremediablemente.
Resumen de daños: “Extracción de la pieza e instalación
inmediata de una prótesis frontal”
Suena el teléfono.
Suena el teléfono.