domingo, 8 de junio de 2025

 3.

Los Primarios


#2 

[Las Moscas]





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“Los ojos son la ventana del alma”

Sabiduría popular


“Siempre hay alguien observando”

Sabiduría popular


Baal Zebub “El Señor de las Moscas”.

Mitología filistea. Ecrón, Pentápolis.


“Porque sobre de mí, la ropa y las moscas, por imprudentes”

Diomedes Díaz










Capítulo I


Solo hay tres entidades en toda la creación con la capacidad de habitar y/o de manifestarse, e incluso de perturbar, hasta el nivel correspondiente a cada una; ayer, hoy y mañana de forma simultánea. Los especímenes más sofisticados, sensibles e informados del orden Diptera, especialmente los Muscidae, lucen la distinción de ser uno de ellos. Uno muy particular por demás. La única de las tres equipada con receptáculos visuales altamente sofisticados que abarcan todos los rangos del espectro electromagnético. Los visibles y los no visibles. Ojos puestos en todos los accesos y pasajes de todos los Mundos, sin tratarse de una especie del orden Impera, ni siquiera una del orden Magna. Tampoco una del orden Superior, como las aves (especialmente los corvoides), Homo Sapiens, los octópodos, los felinos y algunas especies de escualos. Nisiquiera una de las correspondientes a las ramas medias del Árbol de la Vida. El honor corresponde a Musca. El más humilde insecto. 


Musca domestica. La mosca común. Seres sexagesadimencionales con la capacidad de verlo todo en todas partes al mismo tiempo. Su particular naturaleza les confiere la habilidad de atestiguar eventos y de transportar información atravesando el Tiempo y el Espacio y el espacio y el tiempo entre ellos. Habilidades que se ofrecen seductoras como para ser aprovechadas por cualquier habitante de un nivel y/o phylum superior. Es decir, seres inteligentes en sumo grado, sintientes y muy conscientes de su propia existencia. Sin embargo, dicho deseo suele verse comunmente truncado por entrañar una endiablada dificultad. En primer lugar, lograr identificar un ejemplar de Musca domestica dotado con estas prodigiosas características exacerbadas y luego de ello, ganarse su confianza para que decida transportar algún mensaje a voluntad del solicitante hacia cualquier momento o lugar de la existencia entera o para que permita echar un vistazo en los registros compartidos con sus congéneres de cualquier momento y de cualquier nivel del continuo tiempo-espacial. Los veinticincomil pares de ojos de Ecrón en uno y todos contenidos allí sucesivamente a la vez. 


Pero las moscas no obedecen a nadie, ni siquiera a otras moscas. A veces, a sus reinas. Las moscas están cuándo y dónde quieren, en especial los individuos más evolucionados. Casi imposibles de forzar a servir como mensajeros para transportar información, debido a su naturaleza salvaje e impredecible. Son “las hienas de Insecta". Prácticamente nulas posibilidades de domesticarlas, adiestrarlas o de siquiera establecer algún tipo de vínculo emocional con ellas. Sus cortos ciclos de vida comparados con los de los representantes de órdenes como el Superior y aún más, los del orden Magna, por citar un par de ejemplos, hacen aún más difícil la de por sí ya casi imposible tarea de hacerse con su favor y colaboración.








Capítulo II



Una enorme y por ello ominosa Musca domestica con lomo (torax y abdomen en realidad) azul tornasolado entra por una rendija de la ventana apenas entreabierta de una sala de un habitáculo con vista exterior en el piso dieciseis de una construcción de aspecto babilónico que se yergue monolítica en el centro de la región de la metrópolis en la que se encuentra. Los ojos de la mosca, tecnología óptica de avanzada (microrejilla inluída) con acabado en cromo rojizo y destellos intermitentes blancos, relampaguean al vuelo. 250 FPS (Fotogramas Por Segundo) de poder a su servicio. Los hombres apenas alcanzan 60 FPS. Su poderoso y pesado aleteo hace vibrar el entorno en ondas anunciando su entrada triunfal. Sonido de trompetas en la dimensión de Baal Zebub. Esta es la señal. Es un ejemplar hermoso. También parece haber buena fortuna, y esto no depende del habitante que reside en el inmueble ni de la mosca.


Es una mensajera. Una de las listas. De aquellas gordas de vuelo lerdo y confiado, pero solo cuando no perciben amenaza alguna. De las de vuelo cuasi supersónico para deplazarse de un punto corto al otro únicamente cuando circunstancias complejas lo demandan. Es de las que sabe dosificar sus habilidades, talentos y fuerzas en intersección con las circunstancias del entorno. 


Para el ojo poco entrenado, esta mosca se desplaza sin sentido alguno por el espacio y por el tiempo. Cualquier iniciado notará fácilmente que su vuelo, perfectamente planificado, responde a complejos patrones geométricos a gran escala que aumentan exponencialmente de modo veloz y que pronto escapan de nuestra comprensión. Transitar que únicamente desvía de su curso cuando su propia existencia en el nivel uno se ve puesta en riesgo.


Esta mosca en particular no se conforma con posarse frente al habitante para así capturar su atención. Vuela de frente hacia el. Desvía con un espacio bastante prudente su vuelo para no chocar con su cara y pasa zumbándole algo en una lengua incomprensible, primero en el oído izquierdo y luego en el derecho. Es un murmuro corto, pero cualquiera entendería que se trata de algo súmamente importante.


El habitante no sabe qué hacer. No sabe cómo interpretar la señal. Si es una señal. ¿Es esto real o es solo sueño? ¿Es una mosca común o es una con un mensaje de algo o alguien desde cualquier momento del Tiempo y del Espacio en cualquier nivel de la existencia? ¿Está aquí solo para observarme, para goce de sí misma y de todas las de su especie? ¿Para goce del Uno, del Universo experimentándose subjetivamente? ¿Es eso?


No. Ha de ser una mosca común. Agarra un trapo viejo hecho de tela rugosa y parda. Prueba aullentarla agitándola a su lado con gentileza. Naturalmente, el habitante no quiere matarla. Después de todo, podría ser, existe la mínima posibilidad, de que no se trate simplemente de una mosca de la fruta. 


La mosca no tiene intención alguna de moverse de allí. Quien le pide hacerlo, no enviste la autoridad necesaria para ordenarlo. Su presencia es tan notable y magnética, que empieza a tornarse insoportable para el habitante, quien no ve más remedio, muy a su pesar, que el de aturdirla con un suave golpe para luego recogerla del suelo con delicadeza y subirla en un papel. Luego le aventará gentilmente por la ventana si las corrientes de viento son favorables. Si no lo son, será antes de que la mosca despierte, pero se hará con sumo cuidado. Es necesario. No hay de otra. La mosca no quizo escuchar las suplicas que le hizo en las cuales le imploraba que se marchara, que no tenía ninguna intención de lastimarla, que solo quería no verle. Que no era nada personal, pero que sentía temor ante su presencia y que en el fondo también le repugnaba. También le decía, en voz alta y con convicción, que si acaso se trataba de “otro asunto”, de otro cierto “tipo especial” de mosca, entonces que le perdonara por no haber entendido su mensaje y por ser tan tonto y por quizas haber perdido la oportunidad única de recibir información del más allá. Desde lo desconocido.


Contrariado pero decidido, el habitante agita el trapo con más fuerza contra la mosca. Se le va la mano. Fue casi un golpe. La mosca vio todo venir, líteralmente en cámara lenta. Pero desde que hizo contacto visual con el habitante percibió que era un alma gentil y por eso bajó con él sus defensas. Lo del golpe con intención real de herirla no se lo esperaba. La tomó por sorpresa. No lo vio venir. Se desploma y cae pesada contra el suelo.


El hombre está horrorizado. Crea en lo que crea, sabe de corazón que nunca debió lastimar a esa mosca. A ninguna en particular, pero menos a esta. Menos aún matarla. No era su intención. Se lamenta. Corre angustiado los muebles y cortinas junto a la ventana. Quiere darle aire a la mosca para que se recupere. Corre hacia su cocina en búsqueda de un poco de agua con azucar para ofrecerle en una pequeña cuchara. “Podría serte útil para cuando te despiertes, hermana” reflexiona amargamente. La gigante y confiada mosca, de esas que, si quiesieran, podrían alzar vuelo a velocidad semi hiperlumínica, ha sido derribada. Quienes observan la escena desde los diferentes planos y niveles no lo pueden creer. El amor es tambien confiar. Pero al escoger en quien confiar se puede elegir mal. Todo indica que la mosca eligió mal. 


La mosca ha muerto.


O quizás no. Se estaba reiniciando hasta los niveles de arranque. Le cuesta volver a cargar, pero logra hacerlo. Se reincorpora y lo hace con un depliegue casi vulgar de poder. Quizás esté furiosa. Quizás herida, decepcionada. Con vuelo hiperlumínico y supersónico se desplaza al instante desde el suelo hasta el vórtice creado en el centro del marco de la ventana abierta ahora de par en par. Por un lado, el habitáculo con el agresivo habitante del piso dieciséis adentro. Su misión por cumplir elegida a voluntad. Por el otro, la libertad y el Mundo en todos sus niveles. La vida. La decisión parece obvia, pero a veces las cosas se hacen de modo diferente por primera vez. No se hacen igual que todas las otras veces. La mosca vuela una vez más, pero esta vez a muy baja velocidad, de frente hacia el hombre. El hombre no puede creerlo. Está feliz de ver a la mosca más viva que nunca, incluso si esto significa verla volar lenta y torpemente hacia él. Se averguenza de estar frente a frente con ella. La mosca ha tomado una desición. Es menos que presa fácil, de nuevo.


Vuela de frente hacia la cara del hombre. Se detiene a un brazo de distancia justo frente a sus ojos. Zumba de modo distinto, más vibrante, más grave, con más intención. Perturba ondulantemente todo el entorno. Parece haber un brillo azulado emanando de su ser. Con velocidad indescriptible, pasa de estar frente a los ojos del habitante a estar junto a su oreja izquierda. Murmura algo en su idioma. Se teletransporta ahora hacia su oreja derecha. Revela la otra mitad de su mantra. Vuelve a ponerse a la vista del habitante, ahora a escasos centímetros de su frente. Lo hace por muy pocos segundos y ahora sí, se desmaterializa ante sus ojos. 


O quizas no. Solo pasó algo de viento, arrastró partículas que se metieron en los ojos del habitante, le hicieron pestañear por un instante y justo en ese momento la mosca, probablemente común, voló rápido y desapareció entre la bruma. 



 

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