domingo, 8 de junio de 2025

 3.

Los Primarios


#2 

[Las Moscas]





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“Los ojos son la ventana del alma”

Sabiduría popular


“Siempre hay alguien observando”

Sabiduría popular


Baal Zebub “El Señor de las Moscas”.

Mitología filistea. Ecrón, Pentápolis.


“Porque sobre de mí, la ropa y las moscas, por imprudentes”

Diomedes Díaz










Capítulo I


Solo hay tres entidades en toda la creación con la capacidad de habitar y/o de manifestarse, e incluso de perturbar, hasta el nivel correspondiente a cada una; ayer, hoy y mañana de forma simultánea. Los especímenes más sofisticados, sensibles e informados del orden Diptera, especialmente los Muscidae, lucen la distinción de ser uno de ellos. Uno muy particular por demás. La única de las tres equipada con receptáculos visuales altamente sofisticados que abarcan todos los rangos del espectro electromagnético. Los visibles y los no visibles. Ojos puestos en todos los accesos y pasajes de todos los Mundos, sin tratarse de una especie del orden Impera, ni siquiera una del orden Magna. Tampoco una del orden Superior, como las aves (especialmente los corvoides), Homo Sapiens, los octópodos, los felinos y algunas especies de escualos. Nisiquiera una de las correspondientes a las ramas medias del Árbol de la Vida. El honor corresponde a Musca. El más humilde insecto. 


Musca domestica. La mosca común. Seres sexagesadimencionales con la capacidad de verlo todo en todas partes al mismo tiempo. Su particular naturaleza les confiere la habilidad de atestiguar eventos y de transportar información atravesando el Tiempo y el Espacio y el espacio y el tiempo entre ellos. Habilidades que se ofrecen seductoras como para ser aprovechadas por cualquier habitante de un nivel y/o phylum superior. Es decir, seres inteligentes en sumo grado, sintientes y muy conscientes de su propia existencia. Sin embargo, dicho deseo suele verse comunmente truncado por entrañar una endiablada dificultad. En primer lugar, lograr identificar un ejemplar de Musca domestica dotado con estas prodigiosas características exacerbadas y luego de ello, ganarse su confianza para que decida transportar algún mensaje a voluntad del solicitante hacia cualquier momento o lugar de la existencia entera o para que permita echar un vistazo en los registros compartidos con sus congéneres de cualquier momento y de cualquier nivel del continuo tiempo-espacial. Los veinticincomil pares de ojos de Ecrón en uno y todos contenidos allí sucesivamente a la vez. 


Pero las moscas no obedecen a nadie, ni siquiera a otras moscas. A veces, a sus reinas. Las moscas están cuándo y dónde quieren, en especial los individuos más evolucionados. Casi imposibles de forzar a servir como mensajeros para transportar información, debido a su naturaleza salvaje e impredecible. Son “las hienas de Insecta". Prácticamente nulas posibilidades de domesticarlas, adiestrarlas o de siquiera establecer algún tipo de vínculo emocional con ellas. Sus cortos ciclos de vida comparados con los de los representantes de órdenes como el Superior y aún más, los del orden Magna, por citar un par de ejemplos, hacen aún más difícil la de por sí ya casi imposible tarea de hacerse con su favor y colaboración.








Capítulo II



Una enorme y por ello ominosa Musca domestica con lomo (torax y abdomen en realidad) azul tornasolado entra por una rendija de la ventana apenas entreabierta de una sala de un habitáculo con vista exterior en el piso dieciseis de una construcción de aspecto babilónico que se yergue monolítica en el centro de la región de la metrópolis en la que se encuentra. Los ojos de la mosca, tecnología óptica de avanzada (microrejilla inluída) con acabado en cromo rojizo y destellos intermitentes blancos, relampaguean al vuelo. 250 FPS (Fotogramas Por Segundo) de poder a su servicio. Los hombres apenas alcanzan 60 FPS. Su poderoso y pesado aleteo hace vibrar el entorno en ondas anunciando su entrada triunfal. Sonido de trompetas en la dimensión de Baal Zebub. Esta es la señal. Es un ejemplar hermoso. También parece haber buena fortuna, y esto no depende del habitante que reside en el inmueble ni de la mosca.


Es una mensajera. Una de las listas. De aquellas gordas de vuelo lerdo y confiado, pero solo cuando no perciben amenaza alguna. De las de vuelo cuasi supersónico para deplazarse de un punto corto al otro únicamente cuando circunstancias complejas lo demandan. Es de las que sabe dosificar sus habilidades, talentos y fuerzas en intersección con las circunstancias del entorno. 


Para el ojo poco entrenado, esta mosca se desplaza sin sentido alguno por el espacio y por el tiempo. Cualquier iniciado notará fácilmente que su vuelo, perfectamente planificado, responde a complejos patrones geométricos a gran escala que aumentan exponencialmente de modo veloz y que pronto escapan de nuestra comprensión. Transitar que únicamente desvía de su curso cuando su propia existencia en el nivel uno se ve puesta en riesgo.


Esta mosca en particular no se conforma con posarse frente al habitante para así capturar su atención. Vuela de frente hacia el. Desvía con un espacio bastante prudente su vuelo para no chocar con su cara y pasa zumbándole algo en una lengua incomprensible, primero en el oído izquierdo y luego en el derecho. Es un murmuro corto, pero cualquiera entendería que se trata de algo súmamente importante.


El habitante no sabe qué hacer. No sabe cómo interpretar la señal. Si es una señal. ¿Es esto real o es solo sueño? ¿Es una mosca común o es una con un mensaje de algo o alguien desde cualquier momento del Tiempo y del Espacio en cualquier nivel de la existencia? ¿Está aquí solo para observarme, para goce de sí misma y de todas las de su especie? ¿Para goce del Uno, del Universo experimentándose subjetivamente? ¿Es eso?


No. Ha de ser una mosca común. Agarra un trapo viejo hecho de tela rugosa y parda. Prueba aullentarla agitándola a su lado con gentileza. Naturalmente, el habitante no quiere matarla. Después de todo, podría ser, existe la mínima posibilidad, de que no se trate simplemente de una mosca de la fruta. 


La mosca no tiene intención alguna de moverse de allí. Quien le pide hacerlo, no enviste la autoridad necesaria para ordenarlo. Su presencia es tan notable y magnética, que empieza a tornarse insoportable para el habitante, quien no ve más remedio, muy a su pesar, que el de aturdirla con un suave golpe para luego recogerla del suelo con delicadeza y subirla en un papel. Luego le aventará gentilmente por la ventana si las corrientes de viento son favorables. Si no lo son, será antes de que la mosca despierte, pero se hará con sumo cuidado. Es necesario. No hay de otra. La mosca no quizo escuchar las suplicas que le hizo en las cuales le imploraba que se marchara, que no tenía ninguna intención de lastimarla, que solo quería no verle. Que no era nada personal, pero que sentía temor ante su presencia y que en el fondo también le repugnaba. También le decía, en voz alta y con convicción, que si acaso se trataba de “otro asunto”, de otro cierto “tipo especial” de mosca, entonces que le perdonara por no haber entendido su mensaje y por ser tan tonto y por quizas haber perdido la oportunidad única de recibir información del más allá. Desde lo desconocido.


Contrariado pero decidido, el habitante agita el trapo con más fuerza contra la mosca. Se le va la mano. Fue casi un golpe. La mosca vio todo venir, líteralmente en cámara lenta. Pero desde que hizo contacto visual con el habitante percibió que era un alma gentil y por eso bajó con él sus defensas. Lo del golpe con intención real de herirla no se lo esperaba. La tomó por sorpresa. No lo vio venir. Se desploma y cae pesada contra el suelo.


El hombre está horrorizado. Crea en lo que crea, sabe de corazón que nunca debió lastimar a esa mosca. A ninguna en particular, pero menos a esta. Menos aún matarla. No era su intención. Se lamenta. Corre angustiado los muebles y cortinas junto a la ventana. Quiere darle aire a la mosca para que se recupere. Corre hacia su cocina en búsqueda de un poco de agua con azucar para ofrecerle en una pequeña cuchara. “Podría serte útil para cuando te despiertes, hermana” reflexiona amargamente. La gigante y confiada mosca, de esas que, si quiesieran, podrían alzar vuelo a velocidad semi hiperlumínica, ha sido derribada. Quienes observan la escena desde los diferentes planos y niveles no lo pueden creer. El amor es tambien confiar. Pero al escoger en quien confiar se puede elegir mal. Todo indica que la mosca eligió mal. 


La mosca ha muerto.


O quizás no. Se estaba reiniciando hasta los niveles de arranque. Le cuesta volver a cargar, pero logra hacerlo. Se reincorpora y lo hace con un depliegue casi vulgar de poder. Quizás esté furiosa. Quizás herida, decepcionada. Con vuelo hiperlumínico y supersónico se desplaza al instante desde el suelo hasta el vórtice creado en el centro del marco de la ventana abierta ahora de par en par. Por un lado, el habitáculo con el agresivo habitante del piso dieciséis adentro. Su misión por cumplir elegida a voluntad. Por el otro, la libertad y el Mundo en todos sus niveles. La vida. La decisión parece obvia, pero a veces las cosas se hacen de modo diferente por primera vez. No se hacen igual que todas las otras veces. La mosca vuela una vez más, pero esta vez a muy baja velocidad, de frente hacia el hombre. El hombre no puede creerlo. Está feliz de ver a la mosca más viva que nunca, incluso si esto significa verla volar lenta y torpemente hacia él. Se averguenza de estar frente a frente con ella. La mosca ha tomado una desición. Es menos que presa fácil, de nuevo.


Vuela de frente hacia la cara del hombre. Se detiene a un brazo de distancia justo frente a sus ojos. Zumba de modo distinto, más vibrante, más grave, con más intención. Perturba ondulantemente todo el entorno. Parece haber un brillo azulado emanando de su ser. Con velocidad indescriptible, pasa de estar frente a los ojos del habitante a estar junto a su oreja izquierda. Murmura algo en su idioma. Se teletransporta ahora hacia su oreja derecha. Revela la otra mitad de su mantra. Vuelve a ponerse a la vista del habitante, ahora a escasos centímetros de su frente. Lo hace por muy pocos segundos y ahora sí, se desmaterializa ante sus ojos. 


O quizas no. Solo pasó algo de viento, arrastró partículas que se metieron en los ojos del habitante, le hicieron pestañear por un instante y justo en ese momento la mosca, probablemente común, voló rápido y desapareció entre la bruma. 



 

Para acceder a la ‘banda sonora’ del relato (una lista de reproducción de libre acceso en YouTube Music), favor escanear este código.






martes, 7 de julio de 2015

Esos raros trabajos nuevos

  


    La llegada del hombre a Marte fue una farsa – disparó Dany mientras sostenía un vaso desechable lleno de expreso y miraba azaroso a ambos lados de la vía, advirtiendo su deseo de cruzarla antes de que lo indicara el semáforo.
       Tienes que dejar de consumir toda esa basura conspirativa en la red – le dije. De haber sido un montaje ¿crees que la coalición espacial entre chinos y brasileños no lo habría develado? Es decir, con tantas cámaras, satélites y chatarra deambulando por nuestro sistema solar, alguien tendría que haberse dado cuenta… ¿verdad?
       Crees demasiado en el mass media – reparó, sorbió un poco de café y tomó impulso para arrojar su cuerpo en dirección a un vehículo que pasaba a alta velocidad frente a nosotros. Naturalmente, el auto paró al instante, en seco, no sin antes hacerle pasar un mal rato a sus ocupantes, los cuales nos lanzaron una mirada amarga desde las ventanas, ya que casi con seguridad un poco de café caliente o de té chai se habría regado sobre sus pantalones.
       Dany sonrió y retrocedió hacia el andén una vez el vehículo reanudó la marcha, “la broma del aventón” siempre lograba ponerle de buen animo. El truco en realidad era una tontería, era bien sabido por todos que el control de cualquier automotor, e incluso de cualquier maquinaria medianamente sofisticada, hacía ya bastante años había escapado a cualquier vestigio de intervención humana. Sensores de todo tipo conectados veinticuatro horas a la gran nube de información se intercomunicaban en tiempo real entre si, reduciendo tanto colisiones terrestres y aéreas como desastres industriales y laborales prácticamente a cero. La llamada por Dany “broma del aventón” resultaba pues, siendo una estupidez predecible, propia de preadolescentes rebeldes. Necedades que no cabría esperar de dos tipos bien trajeados rozando los veinticinco años que laboran en pleno corazón del distrito recreativo de la ciudad.
       Siete de julio. Un día como hoy, llegó el primero de los ángeles de Neon Génesis Evangelion a destruir Tokio– dijo Dany indiferente mientras le lanzaba miradas lujuriosas a una mujer que caminaba prácticamente desnuda junto a nosotros y esperaba junto con el resto de peatones a que el semáforo arrojara luz verde para avanzar.
       Ya fuera por el acoso de las miradas, o solo por seguir el ritmo de la canción que sonaba en su reproductor personal de música, la mujer se adelantó unos cuantos segundos al cambio de luz y no esperó a que el tráfico vehicular se detuviera por completo. Una acción sin consecuencias aparentes, y mucho menos fatales. Pero a veces, y no con mucha frecuencia, la señal de un dispositivo no es lanzada a tiempo a la nube. Un satélite se desvía unos cuantos centímetros de su curso. Un transistor se resiste a conducir un pulso eléctrico cuando tiene que hacerlo, y entonces ocurre lo imposible: una mujer semidesnuda es impactada por un módulo autómata de transporte de valores, unas dos toneladas de polímero y metal acelerados a casi 300 kph frenando en seco alcanzan a golpear su cuerpo y el drama de los tacones volando, las hojas de un portafolio saliendo despedidas por los aires y la cabeza de una chica chocando fríamente contra el suelo, se repite una vez más.
      A veces las noticias dan cuenta de incidentes como este, pero solo cuando tienes que verlo con tus propios ojos y a pocos centímetros de distancia, pones las cosas realmente en perspectiva.
       ¡Se mató, esa joven se mató! gritó una mujer a nuestro lado. El tráfico quedó paralizado, las alarmas lumínicas y auditivas de los autos circundantes se activaron, pronto una nube de personas se encontraba rodeando el cuerpo aparentemente sin vida de la chica.            
      Un hombre empezó a temblar nerviosamente, otros corrieron espantados, una mujer empezó a chillar desconsolada, incluso Dany y su característico gesto cínico de sabio griego, se habían desvanecido para dar paso a un hombre preocupado y consciente, algún remordimiento tendría que acarrearle el hecho de haber sobrevivido decenas de veces al numerito del carro que frena a escasos centímetros de sus rodillas a voluntad, para ahora tener que presenciar, frente a frente, el espectáculo de una persona que en verdad es arrollada por un automotor.
       —¿Habrá algún médico aquí? ¡Por Dios! dijo Dany visiblemente alterado acercándose más a la mujer que yacía tendida en el suelo ¿alguien que sepa primeros auxilios siquiera? Yo, yo no se … yo soy DJ, ¡Qué hago Dios mío ¿qué hacemos?
       ¡Yo también soy DJ! – grité fuerte a la multitud¿Alguien acá que sepa por lo menos que pasos seguir o a quién llamar?
       ¡Por Dios no!, yo soy chef…dijo una chica al fondo entre sollozosYo soy Social Managerdijo alguien con voz temblorosa más al fondo – ¡Nosotros somos gráficos!replicaron otros en coro atrás¡Yo soy fotógrafo! documentaré su posición actual, quizá sea de utilidad mientras llega la ayuda especializadadijo otro mientras sacaba una imponente y anticuada cámara análoga de su bolso, disponiéndose a sacar, no sin asombro, unas cuantas tomas.
      En ninguna parte de Evangelion mencionan que el primer o el segundo contacto ocurrieran un siete de julio, pensé. Volví a la escena. Un espeso charco escarlata empezaba a rodear la cabeza de la pobre chica que reposaba sobre el asfalto, sin que si quiera uno de nosotros tuviera la menor oportunidad de socorrerla o idea alguna de qué hacer.

       

jueves, 27 de noviembre de 2014

El Linares malvado


Un multiverso bien sutil y dirigido


Universo siete
El Linares malvado


– Última pregunta. Tiene la palabra Plinio Apuleyo, periodista acreditado por el periódico El Tiempo de Colombia.

– … Con todo respeto doctor Linares ¿No cree que usted, junto con todos los escritores de su generación, están algo sobrevalorados? 

Linares abrió bien los ojos, impresionado por la audacia del joven periodista que osaba dispararle semejante dardo en pleno lanzamiento de su último libro, y tras una breve pausa, medio vaso de agua bebido sin pausas y dos repasadas de barbilla con su mano derecha, contestó:

– Lo que en verdad está bastante sobredimensionado, según mi humilde opinión, es el trabajo de los críticos literarios… se levantó histérico de su silla y abandonó la sala de prensa, no sin antes arrollar en su huida a un luminotécnico junto con dos de las lámparas del set de luces que lo flanqueaban.

Y es que no era para menos. Duque Linares era el máximo exponente del género literario que había tomado por asalto todas las listas de los autores más leídos y de los libros más vendidos alrededor del planeta. El multitraducido pez gordo era nada más y nada menos que el bestseller por definición de la llamada Literatura de Autodestrucción.

Aún en tiempos de economías con crecimientos sostenidos durante años, optimismo global desbordado y bienestar social global distribuido de manera casi equitativa, las masas corrían a asaltar las estanterías en búsqueda de cuanta aventura sórdida y decadente publicara cualquier escritor apenas nominado. Una aparente paradoja.

“Una pizquita de pesimismo no le hace daño a nadie” decían psicólogos y especialistas. La frase “las personas necesitan un espacio para soñar y evadirse de la realidad y si las historias de sadismo y daño auto infringido les ayudan, en ello no hay nada de malo” citada hace años por Nelson Mandela en su discurso Sobre la opresión de los pueblos, había calado hondo en el inconsciente colectivo y aunque el periodismo literario serio hacia las delicias de los positivistas despedazando de forma sistemática toda aproximación al género, esto nunca logró minar su relevancia y credibilidad.

De repente, Duque Linares se sorprendió a si mismo llorando en el lujoso baño del Hilton de Barcelona, lugar donde se llevaba a cabo el Simposio Mundial del Libro y escenario que él mismo había considerado ideal para presentar su más reciente y ambiciosa aventura editorial. Un debut que debió resultar perfecto de no haber sido por la insolencia del imprudente charlatán al último turno en la ronda de preguntas.

“Jóvenes, ¡que carajo saben de la vida!” pensaba. “¿Cree que estoy muy sobrevalorado? Mencionaba ahora en voz alta. “¡Voy a enseñarle de una buena vez a respetar al artista mejor vendido del siglo!” terminó gritando mientras salía corriendo del baño de vuelta al auditorio principal del hotel.

Llegó ante las puertas y notó que las personas apenas estaban cruzando el umbral de salida. Eso significaba que muy poco tiempo había transcurrido entre su histriónica fuga y el lastimero episodio del baño, aunque según su propia medida de tiempo podría haber pasado una eternidad.

– ¡Oye amigo! ¿Cómo dices que te llamas? – Le gritó a Apuleyo en cuanto lo vio salir del salón aunque sabía muy bien su nombre.

– Plinio Apuleyo doctor Linares. Lamento mucho haberle incomodado de esa manera y aún más en su lanzamiento – puede que las palabras salieran de su boca, pero el gesto de auto complacencia dibujado en su cara indicaba lo contrario.

– Crees que ganaste algo con esto ¿verdad? – dijo Linares con amargura mientras un grupo de personas empezaba a rodearlos.

– No creo nada de eso en lo absoluto doctor Linares. Sé que usted es una de las grandes mentes de nuestra generación y admiro mucho su trabajo. Pero una noticia es una noticia, y si esa noticia es una primera plana, cuanto mejor – remató Plinio bajando un tanto avergonzado la voz hacia la mitad de su intervención, procurando dar conclusión discreta al incidente.

– Si noticia es lo que quieres, una gran noticia, un puta noticia gorda es lo que vas a tener – dijo Linares enigmático, manifestando esa calma tensa que suele anteceder a las grandes tragedias.

Sacó una pequeña navaja suiza de su bolsillo y se degolló veloz ante la mirada impávida de los presentes. Su pesado cuerpo se desplomó al acto y cuando quienes horrorizados los rodeaban reaccionaron a socorrerlo, ya era demasiado tarde. La cuchilla atinó directo en su carótida y una enorme mancha de sangre empapó pronto la guayabera con estampados de papagayos que vestía.

En efecto, la noticia se hizo primera plana en los principales medios del mundo: “Muere Duque Linares en extraño incidente en Barcelona” titularon algunos de los medios más benignos ante su tragedia. “El padre la Literatura de Autodestrucción por fin lo hizo. Se autodestruyó” registró algún medio independiente de manera mordaz y si quiere, más pertinente. En cualquier caso, el mundo no estaba preparado para las profundas implicaciones que aquel evento tendría.

Como en efecto dominó, y por fruto de la imitación, los principales autores de obras de autodestrucción del mundo empezaron a suicidarse. Coelho aprovechó un homenaje que se le dedicó a su vida y obra para lanzarse de un treintaitresavo piso, Chopra decidió arrojarse una buena mañana de verano, y sin explicación alguna, a las vías del tren. Los críticos no sabían si celebrar la brutal honestidad y el compromiso de los autores con su propia obra o si escandalizarse ante una oleada de muertes que no tenía precedente en la historia moderna de la humanidad.

Pronto surgieron voces que condenaron al género y más teniendo en cuenta que el movimiento “haz algo por el planeta, extermínate” se había esparcido por el mundo como pólvora, mucho más allá de los círculos de lectores asiduos. La situación completa se había salido de madre y se podía hablar de una auténtica “suicidiomanía”

Diversos eventos ocurrieron, nuevos liderazgos nacieron. Pasaron algunos años y de las buenas cifras macroeconómicas ya solo quedaba el recuerdo. Achacarle la culpa por completo al movimiento autodestructivo hubiera sido una total irresponsabilidad, pero más de uno sospechaba la incidencia que aquella tendencia había tenido en el desarrollo del curso de los hechos.

Apuleyo se hizo mayor, introspectivo, cauteloso. De aquella fulgurante promesa del periodismo y la crítica poco o nada existía ya. Se rumoreaba que la culpa le acompañó, como una pesada carga, durante toda la vida.

Sin embargo, y a la usanza de las estrellas más masivas que hacen carrera para convertirse en supernovas, hacia el final de sus días logró sentar las bases de lo que sería el nuevo mantra ideológico global. El manifiesto que al mundo más le urgía en estos difíciles momentos. Unos pocos meses antes de morir, Plinio consiguió hacerse pionero de lo que ahora en los círculos más selectos se empezaba a conocer como “Literatura de Autoayuda” y ya un promisorio joven de Andernach asentado en Los Ángeles tomaba nota y se preparaba para recibir las banderas.




martes, 22 de abril de 2014

Febril



Y ahí estaban: las pulsaciones punzantes en la garganta, el dolor vago que cala en los huesos, esa especie de vacío frío que encoge las güevas, y por supuesto ese dolor espeso que abriga los ojos, ese tipo específico de malestar con el que los glóbulos oculares parecen estar por estallar, esa cepa de ceguera roja, no negra ni blanca, que resulta del absoluto triunfo de los síntomas de la enfermedad sobre el cuerpo y hace caer los párpados, bajar las defensas, rendirse ante lo inevitable.

La fiebre ha tomado posesión de un nuevo cuerpo, y sobre ese telón oscuro, rojizo y gigante, que son los ojos cerrados del sujeto que arde en delirios, empiezan a desfilar imágenes caleidoscópicas neón, trazas de formas bacterianas y virales que parecen seguir el movimiento del iris aún estando tapado, flashazos en rojo y negro de caras conocidas, lugares inexplorados, objetos no existentes, el horror. 

Cae la noche y la luz de la habitación continúa apagada, pero no importa, el individuo postrado en cama no lo notará, en su mundo infrarrojo de alucinaciones fulgurantes el único consuelo llegará cuando por fin logre conciliar el sueño.

miércoles, 22 de enero de 2014

La Costumbre



Tome a un niño o niña de unos 5 años y abrace una de sus muñecas (izquierda o derecha, da igual) con un reloj digital; un Casio Alarm Chrono debería funcionar perfectamente para llevar a cabo nuestros propósitos, pero cualquier reloj que emita una alarma sonora al transcurrir cada hora servirá.

El entorno (léase educación) que procure para el infante será irrelevante para el ejercicio que nos proponemos poner en marcha, incluso otros factores biológicos y/o genéticos también son descartables, el factor determinante para el éxito del experimento, radica en nunca, bajo ninguna circunstancia, retirar el reloj del cuerpo del pequeño.

Al llegar a la adolescencia temprana el sujeto de prueba, (al cual llamaremos para efectos prácticos S1) mostrará comportamientos erráticos, ingesta elevada de carbohidratos y  otras manifestaciones notables de índole sexual, intelectual o espiritual. Cuando por lo menos una de estas condiciones se cumpla, se debe proceder rápidamente, en un plazo no superior a 3 meses, a ejecutar la acción más importante del experimento:

Preferiblemente de noche y en condiciones normales, verifique que S1 se encuentre en una fase de sueño profundo, el movimiento rápido de sus párpados suele ser un indicador eficaz de que se encuentra en una fase de sueño REM, este será el momento perfecto para retirar con sumo cuidado el reloj de su muñeca, el cual procederemos a modificar. Si su S1 porta un Casio Alarm Chrono, podrá encontrar manuales y documentación adjunta en este documento (en inglés) para realizar dicha tarea, de poseer otro reloj o modelo, le recomendamos fuertemente encontrar y estudiar su respectivo manual antes de llegar hasta este punto.

Sea cual fuere el reloj que tenga, ingrese al seteo primario para cambiar la frecuencia con la que el reloj emite su señal sonora (para obtener una fórmula o algoritmo exacto, favor remítase a la literatura adjunta) lo importante en esta fase es lograr que en un plazo máximo de 40 años la alarma que el reloj emita cada hora suene primero cada 59 minutos, luego cada 58, 57, 56… hasta lograr en este plazo de tiempo que la alarma que debía sonar cada hora, termine sonando cada segundo.

Adquiera ahora una posición privilegiada para observar a S1 y podrá presenciar el increíble espectáculo de ver como envejece ante sus ojos casi 10 años en un solo día.