jueves, 8 de diciembre de 2011

Spam (Se creció la familia)


Hinchadas como ronchas, las sucias y mohosas paredes del inmueble transpiran inmundicia, desidia y un poco de vergüenza. El marco de la única ventana, con vista al basurero del restaurante de comida china de al lado, ya no es más blanco, pues años de abandono le han hecho meya y ahora se encuentra completamente carcomido por la herrumbre.

La habitación, parcialmente vacía, es el cliché de un cliché, es el lugar común donde habitan los drogadictos, escritores fracasados, prostitutas, boxeadores y meseras del imaginario occidental del mundo libre. Los hemos visto caer allí a través de las pantallas de nuestros televisores, los hemos visto vivir ahí en incontables novelas, ensayos y montajes teatrales mediocres.

Maderas rechinantes, suministro eléctrico intermitente, el tapete grisaseo con quemaduras de cigarrillo, la tubería echada a perder… es un lugar común que los tiene todos, tantos, que cuando lo piensas concienzudamente no crees que en la vida real alguien pueda subsistir allí, es lo que piensas hasta que en una mañana soleada de diciembre conoces a Diane y a Carlos.

Diane solía ser la chica con potencial en tierras caribeñas de alguna lejana e impronunciable república ex soviética. Carlos era más bien del tipo cayado, de esos que soportaba toda suerte de abusos en el salón de clases, excepto el día que armado con medio ladrillo le desbarato la cabeza al chico listo de la preparatoria. Es ese tipo que una vez hecho leyenda simplemente desaparece y nunca jamás vuelves a saber de el.

Por alguna desafortunada y predecible secuencia de eventos Diane y Carlos se conocieron, se enamoraron y se fueron a vivir juntos, lo que nos ubica nuevamente en el piso semi abandonado en el cual prácticamente no tienes que pagar nada por el alquiler.

Diane, alta, pálida, cabello largo y muy, muy negro, hermoso; parece que en el transcurso de los últimos días ha perdido casi cualquier contacto con la realidad, tumbada en una esquina del apartamento apenas levanta la mirada, abre las piernas y espera uno tras otro a sus clientes, últimamente ya ni le interesa el pago en efectivo, todos en la zona saben que a la buena D, como le llaman, es mejor cancelarle con algunos gramillos de heroína por sus cada vez menos eficientes servicios.

A veces parece salir de su trance, su mirada adquiere un leve brillo, su dentadura descompuesta enseña una mueca parecida a una sonrisa y repite sistemáticamente con su mirada perdida en el vacío:

“Sabes, hoy quiero contarte una sorpresa, la familia se creció!, sí, son dos, ahora hay otro Savital® y es único, es ¡Savital Miel®!”

Carlos, fumando un cigarrillo en el otro extremo de la habitación empieza a exasperarse, estalla en cólera, saca a empujones al cliente de turno de la buena D y suelta su andanada:

“!Perra loca, maldita perra loca! ¿puedes creerlo? Aún sigue con su cabeza en lo de ese maldito comercial de Savital®!

Carlos está muy molesto como para contextualizarnos en ese momento, pero se sabe de buena fuente, que cuando Diane aún conservaba su belleza intacta, probó suerte en algunas audiciones para aparecer en anuncios publicitarios, nunca consiguió alguno, olvidaba las líneas, tartamudeaba, sudaba como caballo.

“!Entiéndelo de una buena vez mujer! No eres modelo, nunca lo fuiste y nunca lo serás!, espantas a los clientes con esa maldita cosa loca de las líneas del comercial de Savital®…”

Luego de una brutal tanda de coscorrones, empujones, insultos y puñetazos, Carlos cae vencido al piso, llora, entre sollozos toma lenta y amorosamente las manos de Diane mientras acaricia delicadamente su aún intacta, larga, brillante y hermosa cabellera negra.

“Perdóname amor, no se que nos pasó, ¿sabes que te amo verdad? ¿sabes cuanto te amo verdad?, ¡mierda!, !que bajo hemos llegado!, te prometo que mañana saldremos a dar un paseo, tomaremos el sol, comeremos un helado, si te hace feliz tu mierda de Savital Miel® ,puedes repetirla cuantas veces quieras, te juro que nunca más te volveré a hacer daño…”

Diane no está conectada, asiente con la cabeza, pero sus pensamientos están en otro lado, se ve a si misma en un paraíso idílico, una campiña con tonos verdes hiper saturados, ríos de miel corren a su alrededor, sonríe mientras camina con dos sonrientes niños rubios tomados de sus manos, un amoroso y corpulento hombre la espera al final de recorrido con los brazos estirados, Diane, radiante de felicidad, ondula su perfecta cabellera en cámara lenta, mientras repite una y otra vez en su delirante alucinación sin tiempo:

“Sabes, hoy quiero contarte una sorpresa, la familia se creció!, sí, son dos, ahora hay otro Savital® y es único, es ¡Savital Miel ®!

“Sabes, hoy quiero contarte una sorpresa, la familia se creció!, sí, son dos, ahora hay otro Savital® y es único, es ¡Savital Miel ®!

“Sabes, hoy quiero contarte una sorpresa, la familia se creció!, sí, son dos, ahora hay otro Savital® y es único, es ¡Savital Miel ®!

“Sabes, hoy quiero contarte una sorpresa, la familia se creció!, sí, son dos, ahora hay otro Savital® y es único, es ¡Savital Miel ®!

“Sabes, hoy quiero contarte una sorpresa, la familia se creció!, sí, son dos, ahora hay otro Savital® y es único, es ¡Savital Miel ®!...

domingo, 13 de marzo de 2011

Exógeno




No había nada particularmente extraño en el aire de esa mañana, el ambiente no estaba cargado con esa cierta electricidad que suele anteceder una anomalía en el normal transcurrir del curso de los eventos, a decir verdad, aquel era un día bastante tranquilo excepto por el inusual hecho de que cuando Gabriel intento dirigirse a la multitud que esperaba expectante su discurso en el auditorio general de la Facultad de Biología, lo único que salió de su boca fueron fonemas incomprensibles para la audiencia. Pasaron 2 segundos, 3, 10, una gruesa gota de sudor empezó a resbalar sobre su frente, y cuando tomó impulso para reiniciar su alocución… nada, los mismos sonidos carentes de sentido seguían llenando el recinto de una manera aterradora para sí y para la sorprendida audiencia.


Pasaron casi 20 segundos y Gabriel seguía solo, virtualmente desnudo, expuesto en el atril del auditorio, mientras las miradas seguían escrutándolo de arriba abajo, y fue sólo en este instante que la moderadora de la conferencia se percató de lo incomodo e irreal de la situación, saltó al escenario y le arrebató el micrófono de manera decidida para poner todo en el orden, afinó con un leve ronquido su voz, tocó suavemente su cabello para disponerse a hablar y lo único que salió de su boca fue una serie de ininteligibles sonidos que, ahora sí, consiguieron hacer entrar en pánico a la totalidad del auditorio.


Martín, ubicado en una de los puestos de la primera fila del salón sintió un frio corriendo por su espalda, y cuando se disponía a reflexionar acerca de la situación, notó aterrorizado que sus propios pensamientos no tenían sentido alguno, una serie de misteriosos sonidos eran lo único que retumbaba con un eco ensordecedor en su cabeza y en el instante que giró su cuello para lograr contacto visual con la persona sentada inmediatamente a su lado, lo único que consiguió, fue observar un espejo de sí mismo, la mirada de una mujer horrorizada que muy probablemente tampoco entendía por qué lo que pensaba no tenía coherencia para si misma ni significado alguno.


Primero en este auditorio, luego en la universidad entera, en la ciudad, en el país, probablemente en todo el mundo… eso es algo que no se sabrá; ante la ausencia de un código de comunicación común y aún peor, propio, era imposible saber lo que pasaba en otros lugares del planeta o lo que pasaba en la propia tienda de la esquina en la que hasta hacía muy poco un grupo de estudiantes de primer semestre “arreglaba el mundo” mientras consumía un poco de mezcalina.


Nunca hubo cables internacionales reportando el evento con un extensivo cubrimiento noticioso de escala global, nunca hubo la oportunidad para que una piadosa matrona católica reflexionará en torno a que el momento del castigo divino para un sociedad enferma había llegado y que lo ocurrido en la torre de babel sucedía de nuevo, tampoco hubo explicaciones científicas resaltando que todo era consecuencia de la acumulación de ondas de radio en el cerebro primario de los mamíferos, y aún menos hubo ocasión para que filósofos, estudiosos de la lengua y de la comunicación lanzaran sus hipótesis en torno a lo ocurrido.

Piensan, por ejemplo, los hispanohablantes en español?, ¿un salvaje criado en los bosques sin ningún tipo de contacto humano en que “idioma” reflexiona si es que lo hace? ¿Se perderá para siempre el legado de la literatura universal y estamos condenados a vivir en un mundo sin historia?


Pasadas algunas horas del momento cero en el cual ocurrió el evento, al parece ya nada de esto importaba, se contaban por millares las personas que con lágrimas en los ojos y alzando su mirada a las alturas, lo único que encontraban era un inmaculado y brillante cielo azul.