domingo, 13 de marzo de 2011

Exógeno




No había nada particularmente extraño en el aire de esa mañana, el ambiente no estaba cargado con esa cierta electricidad que suele anteceder una anomalía en el normal transcurrir del curso de los eventos, a decir verdad, aquel era un día bastante tranquilo excepto por el inusual hecho de que cuando Gabriel intento dirigirse a la multitud que esperaba expectante su discurso en el auditorio general de la Facultad de Biología, lo único que salió de su boca fueron fonemas incomprensibles para la audiencia. Pasaron 2 segundos, 3, 10, una gruesa gota de sudor empezó a resbalar sobre su frente, y cuando tomó impulso para reiniciar su alocución… nada, los mismos sonidos carentes de sentido seguían llenando el recinto de una manera aterradora para sí y para la sorprendida audiencia.


Pasaron casi 20 segundos y Gabriel seguía solo, virtualmente desnudo, expuesto en el atril del auditorio, mientras las miradas seguían escrutándolo de arriba abajo, y fue sólo en este instante que la moderadora de la conferencia se percató de lo incomodo e irreal de la situación, saltó al escenario y le arrebató el micrófono de manera decidida para poner todo en el orden, afinó con un leve ronquido su voz, tocó suavemente su cabello para disponerse a hablar y lo único que salió de su boca fue una serie de ininteligibles sonidos que, ahora sí, consiguieron hacer entrar en pánico a la totalidad del auditorio.


Martín, ubicado en una de los puestos de la primera fila del salón sintió un frio corriendo por su espalda, y cuando se disponía a reflexionar acerca de la situación, notó aterrorizado que sus propios pensamientos no tenían sentido alguno, una serie de misteriosos sonidos eran lo único que retumbaba con un eco ensordecedor en su cabeza y en el instante que giró su cuello para lograr contacto visual con la persona sentada inmediatamente a su lado, lo único que consiguió, fue observar un espejo de sí mismo, la mirada de una mujer horrorizada que muy probablemente tampoco entendía por qué lo que pensaba no tenía coherencia para si misma ni significado alguno.


Primero en este auditorio, luego en la universidad entera, en la ciudad, en el país, probablemente en todo el mundo… eso es algo que no se sabrá; ante la ausencia de un código de comunicación común y aún peor, propio, era imposible saber lo que pasaba en otros lugares del planeta o lo que pasaba en la propia tienda de la esquina en la que hasta hacía muy poco un grupo de estudiantes de primer semestre “arreglaba el mundo” mientras consumía un poco de mezcalina.


Nunca hubo cables internacionales reportando el evento con un extensivo cubrimiento noticioso de escala global, nunca hubo la oportunidad para que una piadosa matrona católica reflexionará en torno a que el momento del castigo divino para un sociedad enferma había llegado y que lo ocurrido en la torre de babel sucedía de nuevo, tampoco hubo explicaciones científicas resaltando que todo era consecuencia de la acumulación de ondas de radio en el cerebro primario de los mamíferos, y aún menos hubo ocasión para que filósofos, estudiosos de la lengua y de la comunicación lanzaran sus hipótesis en torno a lo ocurrido.

Piensan, por ejemplo, los hispanohablantes en español?, ¿un salvaje criado en los bosques sin ningún tipo de contacto humano en que “idioma” reflexiona si es que lo hace? ¿Se perderá para siempre el legado de la literatura universal y estamos condenados a vivir en un mundo sin historia?


Pasadas algunas horas del momento cero en el cual ocurrió el evento, al parece ya nada de esto importaba, se contaban por millares las personas que con lágrimas en los ojos y alzando su mirada a las alturas, lo único que encontraban era un inmaculado y brillante cielo azul.

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