“…City te ve por todo Bogotá!”
Soltó el botón, disparó la automática y todo fue sesos y trocitos de cráneo coloreando la pantalla de la City Cápsula.
Aquel no fue el primer suicidio televisado, tampoco será el ultimo. Es el máximo triunfo de la nueva revolución, una revolución silenciosa en la que el gran premio, la consigna final se logra con la auto exterminación.
Se recuerda con algo de nostalgia la época en que un ser humano mataba a otro ser humano, el escuadrón antimotines ha entrado en paro. Ya no es necesario explotarles la cabeza a cachiporrazos, la destrucción voluntaria se impone, se filma, se distribuye gratis en la red y tiene buena acogida.
Las fuerzas del orden se han quedado sin trabajo, el caos no explota en las calles ni en ningún lado, por que cuando se ha perdido toda esperanza en la civilización y sus consignas, la nada se apodera del entorno y nace un nuevo orden mundial, el vacio absoluto, el gobierno del absurdo.
Hay que ver las estanterías en los supermercados, están atiborradas de productos que nadie quiere y que todos necesitan, tal vez sea al revés, tal vez realmente no importe. Canciones de inofensivo pop rock instrumental estallan por los altoparlantes y la marcha de los indignados se sincroniza al compás de las ofertas.
¿Hambrunas en el mundo? Papel higiénico extra suave, 5 en 1.
¿Fronteras que la ciencia debe o no traspasar? Salchichas tipo Viena. Pague 3, lleve 4.
¿Desarrollo sostenible o protección radical del ecosistema? Nuevo aromatizador de ambientes con aroma a Brisas Amazónicas.
¿Vértigo, nauseas o ganas de vomitar? En la sección de fármacos habrá una píldora adecuada para pasar el mal trago, y es que la enfermedad terminal no es el cáncer o el sida, es el tedio, el desinterés absoluto; es el imperio del hastío que ha logrado propagarse por el mundo sin ejércitos ni tanques, sin emperadores ni bombarderos, sin una cabeza visible a la cual dirigir los ataques o siquiera un dependiente uniformado al cual gritar.
El fin último de esta revolución silenciosa proclama que la salida de emergencia, la palanca de expulsar, es la manera de triunfar, de sobreponerse al cliché y caminar airoso por la senda de la individualidad. Pero cuando se habita en un sistema cerrado, en un mecanismo perfecto, donde se viola toda ley (incluidas las de la termodinámica), la entropía se reduce a cero y pronto se descubre que la máquina de movimiento perpetuo existe, y que toda salida también es una entrada y que el final también es el principio.
Sin fugas, sin desperdicios, sin fallas. Hay que dar por descontado que el sistema ya las ha reciclado y asimilado.
Ilustración por: Gustavo Cárdenas
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